martes, 24 de enero de 2012

Some words

Por algún motivo todos añoramos la etapa de la juventud. Si nos tendríamos que remontar a un momento de alegría en nuestras vidas, sentirnos libres y situarnos en una imagen que nos haga sonreír, en general vamos hacia atrás y terminamos en esa etapa.
La juventud es el momento en el cual nos empieza a importar todo pero nada es lo suficientemente importante como para entristecernos. Tenemos una vida por delante, somos atrevidos, auténticos y no entendemos de miedos. Nos armamos de una personalidad ficticia, creemos que la muerte no existe y nos animamos a probar cada una de las cosas que aparecen delante nuestro.
No existe la niñez, no nos interesa qué pasó cuando éramos niños.
No existe la vejez, pues está tan lejos de nuestra mirada que no la tenemos en cuenta.
Dejamos de sentirnos ligados a afectos que no nos corresponden. Elegimos a quien querer y a quien no, más allá de los lazos de sangre.
Elegimos a nuestros amigos, hermanos de la vida y de las aventuras del momento. Nos alejamos de nuestros padres por un tiempo, porque no nos entienden y no los entendemos.
La juventud es el momento perdurable de nuestras vidas. Porque siempre estamos volviendo a vivir esas sensaciones, a los 30, a los 40, a los 50 y más.
 Porque queremos estar enamorándonos, escuchamos la misma música y revivimos momentos, recordamos olores y deseamos que nuestro tren retroceda hasta esa estación, no hacia otra.
Y aunque nos miremos al espejo y veamos los cambios, siempre somos ésos.
Y aunque nos reconozcamos más maduros, nos quedan los resabios que ocultamos con delicadeza.

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